Si yo fuera un sinvergüenza






Hoy, sobre todo hoy como nunca antes, quisiera ser un tipo de poca vergüenza, sin toda la educación -formal- que aunque de manera precaria, propia de quien no tiene tanta para dar recibí de mis padres, aunque debo reconocer que un tanto rica en valores, tan rica y suficiente como para ver lo que a mis ojos es incorrecto y hacer saber a quien hace aquello que está en el rumbo equivocado.

Si hoy fuera ese tipo, sin toda esa carga de educación algo integral (valores de los que se adquieren en el hogar, en los grupos comunitarios o el producto de la confianza de la gente conjugada con la que se recibe en la escuela), no estaría preocupado por si un ciudadano cualquiera -seguro que de poca monta- se pasa un semáforo en rojo.
Poco me importaría ver a este u otro ciudadano o ciudadana tirar sus desechos en medio de la calle sin reparar en el daño que causa a los demás o a la tierra que sufre tanto o más que los otros seres vivos; aunque ella si sabe como cobrarse todo lo que le hacemos.

Me daría igual que un maestro asista o no de manera puntual a sus clases, que respete o no a sus estudiantes o que manifieste de manera poco ética su único interés en el día de cobro.

Si hoy fuera ese tipo, me importaría poco que muchos mal llamados comunicadores y que paradójicamente mi sociedad reconoce como gurúes se expresen como quieran y digan lo que quieran sin reparar el más mínimo respeto por quienes forzados por la proliferación de ellos y ellas les tenemos que escuchar y hasta leer.

Me daría lo mismo que ciertos funcionarios públicos (siento que la mayoría por desgracia) se repartan tan ligeramente los bienes públicos, sin valorar todo el daño que causan a toda una sociedad. Seguro que si fuera el tipo que no soy celebraría que esos funcionarios aparezcan en la televisión haciendo favores -a veces- muy costosos fingiendo que son seres desprendidos orientados a hacer el bien a los demás.

Si fuera ese tipo que no soy, seguro seria un acompañante feliz de aquellos y aquellas que además de evadir los impuestos a través de grandes o pequeñas empresas, se roban la luz, el agua, el cable y/o los metales.

Pero no, por suerte o por desgracia no soy ese tipo, muy por el contrario, y, muy a pesar de haber nacido y vivido permanentemente en esta sociedad, en este país ubicado en el mismo trayecto del sol, sigo sufriendo cada uno de los comportamientos mal sanos de muchos de mis conciudadanos y conciudadanas, continuo haciendo esfuerzos a contracorriente para aportar lo mejor que puedo de mi y no ser uno más del montón que puebla esta sociedad selvática (sin ánimo de ofender a la selva).

Continuo confiando en que a pesar de todo el ruido que hacen los ladrones = políticos con educación o sin ella, malos educados que tiran basura en las calles, se pasan el semáforo en rojo o van a la escuela a mal enseñar a nuestros hijos e hijas cambien o sean obligados cambiar por quienes conducen y conducirán nuestra sociedad, quienes también habrán de meterse a sí mismos en cintura.

Como no soy ese tipo sin vergüenza, continúo demandando a conductores y conductoras quienes se estacionan encima de la acera, al o la motorista que le quita el silenciador a su motor para que haga el mayor ruido posible o del vecino que haciendo galas del poderío de su jeepeta o de su equipo de música residencial se para en la esquina de mi casa (justo al lado de mi cama o de la de usted) obligándome a escuchar una música que no pueden resistir los oídos de un humano que sea normal. Sigo exigiendo que respeten mis derechos al libre tránsito y a no sufrir oyendo el escándalo que causa el colmadón de la esquina con una música que no he pedido y que no me interesa escuchar.
Pablo Encarnación, Diario Libre, Opinión, 04 octubre 2012
Articulo original disponible en: Diario Libre


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